Miedo al futuro, ése que te atormenta en cada inicio porque te encargas de ver nada más que el final, ése que cubres con una sonrisa y un Carpe diem. Y para qué un para siempre, si aquel momento en que estás en las estrellas pensando en aquel sujeto que ha llegado sin buscarlo o que te pierdes en un mar de ilusiones y emociones, te sientes totalmente completo, ya no hace falta ninguna cosa más. La alegría se escapa por tus poros, te llena de pies a cabeza, todo es por fin como quieres que sea, pero éso te perturba. Nada es tan perfecto en la realidad, siempre hay algo que no te deja en paz o que interrumpe esa alegría que fue lejana por tanto tiempo y vuelves.
Tengo en el estómago ese sentimiento que había perdido, sin buscarte apareciste y te sumergiste en mi mente como si no hubiese más en que pensar, ya no importan las demás opiniones, anhelada alegría te he vuelto a encontrar. Pero aun sigue ahí aquella sensación de culpa, de haber hecho algo mal, de la necesidad de disculparte no sé con quien, quizá con la sociedad que te somete a un estado lineal sin mayores emociones.
Debo admitir que jamás he buscado quien me acompañe, pero esto fue algo realmente fortuito, algo demasiado inesperado, que si no hubiera tenido la oportunidad de vivirlo, simplemente no lo creo.
Todo es perfectible, pero no encuentro razón de hacerlo, cuando uno quiere es con virtudes y defectos... y los defectos?. Proyecciones más allá de lo normal, intenciones dulces.
Trancada en la lengua aquella frase que compromete, ésas ocho letras que van más allá, tan ilógico y rápido, tanta seguridad y miedo en su mayor simultaneidad, aprender a convivir. Besos esperanzadores, suspiros, y el tiempo se va y llega el final del día donde no quieres más que parar el reloj y correr a esconderte abrazadas eternamente. Perdón...
Buenas noches?
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