Y sentir el silencio al son de nuestros labios, mientras mis ojos, cerrados, están perdidos en aquella escena en que ella se fue, en que ellos se encontraron y en que yo no volví a ser yo.
Vuelvo a tu aliento tan rápido como puedo, te devuelvo aquel olor que en mis narices se impregnó tras estar más juntas de lo posible, tomo tu mano para que tiriten al unísono y se reencuentren luego de aquel abismo insonoro, incoloro, frágil, doloroso.
Dejé de estar sujeta a proyecciones y si bien, el Carpe diem no es lo mío, intento caminar con él de la mano, para no apurarme, para no equivocarme, para no olvidarte.
Y en tus ojos duerme la ultraterrena fantasía de mis pupilas, dejando en claro que la luz del día no es la que ilumina, es sino, tu furioso atardecer el que logra guiarme por aquel camino en que mi destino y fin es el más tenue, el más cálido. Contigo, alma febril, mía, de mí.
El resplandor de la nieve en la cima de una montaña, cuenta cuán lejos se siente, mas es el mar el que a gritos pide ser atendido, como un niño sin padres, desprotegido, vulnerable, débil. Solo.
Es así que cada paso lo siento en las entrañas, en mis manos se esconden las ansias de quedarme y mi estómago, agotado de enviar señales, se resigna y asume que la dirección tomada no ha sido la correcta y no lo entiendo, no lo oigo.
Me alejo de ti sin saber el porqué, y esta distancia ya no es solo física puesto que comienzo a olvidar tu olor. Y no quiero.
Caminando voy, cabizbaja, intuyendo un suceso infeliz, sin embargo, esperado. Y ahora es el momento en que la necesidad de un abrazo está latente pero la disposición a pedirlo no es suficiente. Que nazca, que surja, que fluya. Lo espero.
-Creí en los sueños, olvidé la realidad. Aquí existo, sin siquiera estar.-
Vuelvo a mí, sin haberlo pensado, pateo vidas, mentes, golpeo con la mirada, quiebro con las palabras, pero soy yo, de nuevo, solitaria contigo, viviendo lo imposible, soportando lo peor.
Bu-enas night.