En mi cama, desolada, la desconozco por la ausencia de ti, de tu aroma, de esa esencia febril que dicta de aquel pensamiento libertario, luchador. De aquellos párpados cautivos del sucio sistema, de esas manos creativas y creadoras, de esos hombros fuertes y delicados, de las piernas combativas que me llaman junto a tu mirada, que me incitan a quererte con la intensidad que siempre mereciste.
Mujer, rebelde, que defiendes a los tuyos más que a ti misma. A ti que usas el cariño como el mayor método de entendimiento, mujer orgullosa de sí, de sus logros y, que por cierto, enorgullece mis días.
Mujer, eres fuerte y libre, aprendiste a conocerte, a amarte por sobre todo, tu futuro está seguro pues al presente le ganaste con tus propias manos. Derribaste el pasado con el poder que te caracteriza -Mil hormigas invaden mis palabras y momentos cuando te pienso- eres capaz.
Mujer, tienes valor de sobra para enfrentar las más feas situaciones mundanas, me tienes a mí recordando cuánto te amo. Tienes la maravilla suficiente para encandilar la Tierra, conoces el dolor como para vencerlo diez mil y una vez más.
Mujer, que con tu sensibilidad y compasión demuestras el fruto de un buen pasar; tu espontaneidad te hace atractiva; tu sensualidad me hace desearte; tu historia, comprenderte.
Mujer, fuiste, eres y serás bella. Necesito de aquel rostro armonioso y sencillo, de aquellos labios sinceros, de tus oídos que exigen verdad. Hermosa, niña, joven, y humana -en la amplitud de ese concepto ignorado- detente y siente que entre todas eres la mejor.
Eres compañera, lo eres todo.
Eres compañera, lo eres todo.
Olvidé, de pronto, si te idealicé o te describí.
-Dedicado a Natalia Castillo, la mujer que invadió cada una de las palabras aquí plasmadas, dedicado también a cada una de las mujeres que sienta en las vísceras lo que anteriormente leyó.-
Buenas noches.
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