Ya le agradecí lo suficiente.
Heme aquí velando por la sonrisa
que aquel día perdí
cuando la realidad ya no calzaba
cuando frente a sus ojos me apocaba
y lloraba las lunas que me había arrebatado
en las noches que la angustia ganaba
mientras que la calma ya había arrancado
de los latidos que rogaban eutanasia
a su frialdad que envenenó con pausa
la respiración que él había agitado
infame, ingrato.
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